¿Por qué las Doulas?
Cuando estamos pidiendo a una persona que tenga tiempo para escucharnos, para acompañarnos en un proceso vital como es la gestación, el parto, postparto, la crianza, la enfermedad, incluso la muerte… no estamos pidiendo una médica, una enfermera, una comadrona… ni una amiga.
Estamos pidiendo una persona con recursos y una experiencia vital que le permita escuchar y acompañar estos procesos con una mirada amplia a la vez que neutral.
La que vende se llama dependienta.
La que compra clienta.
La que cura puede llamarse enfermera, médica, psicóloga… si tiene un título universitario.
La amiga, la compañera, la vecina… que escuchan, que miran, que tienen una palabra de consuelo, de alegría, de paz… también curan.
De hecho incluso algún estudio dice que tener amigas prolonga la vida. Para escuchar, para acompañar hemos de tener tiempo y a veces no tener lazos familiares, laborales… demasiado estrechos para poder escuchar con presencia, con neutralidad, sin juicio, sin prejuicios… con respeto, con confianza, con empatía.
Cuando la supervivencia no es la primera necesidad y la bombas no caen a nuestro lado, cuidar y cultivar la vida desde su inicio, en sus procesos vitales y en sus interrelaciones puede pasar a ser el centro, el motivo que dirija la intención de nuestra sociedad.
Aquí y ahora la supervivencia no es la primera preocupación al despertar cada día y ya somos algunas generaciones las que no hemos conocido la guerra.
Pero en el centro de la dinámica social no está la vida, las criaturas. Está la economía, el mercado, el consumo… como bienes supremos.
Cuidar y cultivar la vida y ponerla en el centro de la dinámica social, es entre otras cosas reconocer la función social de la maternidad, o dicho en otras palabras la función social del maternaje, en cuanto supone cuidar las criaturas, mujeres y hombres de mañana.
En algún lugar, en algún momento, personas que han querido cuidar estos procesos han creado la figura de la “Doula”.
Que palabra tan extraña para mí. Del griego “esclava”, prisionera de guerra puesta al servicio sel amo en lugar de condenada a morir. No me gusta la palabra, pero sí su misión: tener cuidado del proceso de la maternidad, de la madre, de la criatura, de la familia…
No tener la palabra adecuada pone en evidencia, a mí entender, el vacío cultural y social que existe para cualificar esta actitud de servicio, de cuidado y de cultivo de la vida desde su inicio.
(Hasta que entre todas encontremos la palabra adecuada que nos defina o que a base de reflejar otro significado no nos recuerde la condición de esclava, sino de mujer libre y amorosa capaz de escuchar, de acompañar procesos vitales).
Reflexión de Montserrat Catalán,
Ginecóloga fundadora del centro de Salud y casa de Nacimientos MIGJORN.